Epifanía
Aparición, manifestación o fenómeno a partir del cual se revela un asunto importante
Oliver
Era otro verano más en el mismo pueblo aburrido.
Nacho llevaba ya un par de semanas allí suplicándome que por favor, no lo
dejara solo. Como si dependiera de mí que mi abuela se muriera o no. El primer
verano con mayoría de edad se presentaba así: o como siempre, en el pueblo
fantasma de mi madre, o de velatorio en el de mi padre. Muy emocionante, lo sé.
Si no había ningún contratiempo, todo seguiría como cada verano. Ese era el
acuerdo al que habían llegado mis padres y que por supuesto, habían tomado sin
contar conmigo. Para ellos seguía siendo un crío, pero lo que no sabían es que
los dieciocho años de ahora no son ni de lejos como los de antes. ¿Cómo lo sé?
Estoy harto de escuchar sus historias de cuando eran jóvenes. Se supone que
todo eso que me cuentan sucedió hace apenas unos treinta o cuarenta años, pero es como si me hablaran de un universo
paralelo. Si supieran cómo corre la droga en las fiestas de mi instituto, fliparían.
Solo si supieran que fumo se habrían vuelto locos, pero yo nunca he montado
ningún episodio digno de un adolescente borracho, así que no tienen motivos
para pensar en nada de eso. Soy bastante discreto. Me gusta ir a mi bola,
pensar en mis asuntos. A los chicos de mi edad les interesan cosas que para mí
no tienen el menor interés. ¿Raro? Puede ser.
Creo que mi «problema»
es que nunca he sido demasiado niño. Es como si estuviera esperando a que mi
cuerpo creciera para que se correspondiera de una vez con mi forma de pensar.
Según mis compañeros, a mí me la pela todo. Y tienen razón. Javi solía decir que soy un chulo sin
remedio. No sé. La verdad que hasta eso me da igual. Mientras siguiera
consiguiéndome tabaco, no me preocupaba nada más.
Javi es el único amigo
que me llevo del instituto. Es un año mayor que yo. Nos encontramos un día
fumando en un rincón el patio escondidos de la vista de los profesores y ahí
surgió nuestra amistad. Entre colillas y olor a pis.
Mi madre quiere pensar
que gracias a ella me presenté a las pruebas para la universidad, pero la
verdad, fue gracias a Javi. No tenía pensado estudiar nada a corto plazo y
menos ir a la universidad. No encajo en el sistema que nos quieren vender, así
que espero encontrar el mío propio. Me presenté a las pruebas para no dejarlo
solo ante el peligro. Se lo debía después de tanto tabaco gratis. Fue pan
comido. No para él, que se pasaba los días y las noches estudiando, pero yo
siempre he tenido facilidad a la hora de memorizar. En clase me bastaba con
escuchar y creo que no he sacado mejores notas por pereza. Prefería dibujar,
leer mis propios libros y no llenar mi cerebro con chorradas que no servían
para nada, solo para darnos la ilusión de que encajamos en el mundo. Y da igual
cuánto nos lo quieran hacer creer. No encajamos. El mundo tenía sus propios
planes y entonces, llegamos los humanos. Puede que hayan pasado cientos de
miles de años, pero seguimos igual de perdidos que los neandertales. Es más, me
atrevería a decir que nosotros desencajamos mucho más. Conforme voy creciendo,
más claro lo veo.
Pero bueno, volviendo al
verano, Nacho me dijo que estaban reformando una de las casas del pueblo, en
concreto, en la acera de enfrente. En todos los años que llevábamos veraneando
en el pueblo, nunca había pasado nada. Literalmente nada, así que aquello era
todo un acontecimiento que nos tenía de lo más intrigados. Ya se sabe, cuando
no tienes nada que hacer, cualquier cosa te sirve.
—¿Y nadie sabe quiénes
son los que se mudan? —le pregunté a Nacho una vez instalados en el soporífero
pueblucho.
—Ni idea tío, estoy
hasta nervioso. ¿Quién se muda a un pueblo de estos? ¡Y en pleno verano! Que la
casa es comprada, ¿eh? Eso sí que lo ha podido averiguar mi madre.
Me encogí de hombros. Yo
también estaba bastante intrigado, lo admito.
—¿Sabes? Puede que sea
la chica de nuestros sueños —me dio un codazo dejando volar la imaginación.
—Pues espero que no. No
quiero compartir chica contigo. Además, los dos sabemos que yo me la llevaría.
—Sí, claro —soltó una
carcajada—. ¡Pero si apenas eres un chaval!
—Dieciocho frente a
veinte no es gran cosa.
Ambos reímos. Nos
gustaba mantener conversaciones sin sentido mientras lanzábamos piedras al lago
o rompíamos palos en trozos pequeños para después verlos arder en una hoguera
diminuta. Era como si volver al pueblo cada verano nos conectara con esa parte
de nuestra infancia que se quedó allí y que ya nunca recuperaríamos. No es que
nos consideráramos adultos, para nada, pero habíamos crecido juntos y sabíamos
que ya no éramos unos críos.
Pasaron varios días y
las especulaciones acerca de los nuevos vecinos ya se nos habían agotado.
Habíamos visto movimiento de gente transportando muebles, incluso Nacho le
preguntó a uno de ellos que quiénes eran los nuevos propietarios, pero tampoco
lo sabía. Hacía un calor insoportable, seguramente fuese una de esas olas
provenientes del Sáhara. Solo llevaba un bañador, pero sentía que me sobraba
hasta la piel. Sonaba Sweet Child O’Mine
de Guns N’ Roses por el viejo cassette
de mi padre del que no me separaba ni para dormir. Íbamos a ir a darnos un baño
en el lago, pero Nacho había escuchado un coche acercarse y nos sentamos en su
portal a esperar a ver si por fin salíamos de dudas.
Un BMW blanco se acercó.
Eso ya nos puso en tensión, pues en el pueblo no había coches así. La elegante
mujer que se bajó de él tampoco encajaba. La chica de pelo azul que la siguió,
más de lo mismo. Después se bajó el que supuse que sería el padre que, tras
besar a la mujer, se puso a sacar cosas del maletero. Entonces la vi. Llevaba
unos vaqueros cortos y una camisa de flores anudada a la altura del ombligo que
dejaba ver un sugerente escote. El pelo largo recogido en una coleta. Le dijo
algo a su madre y se abrazaron. Después se quedó allí, muy quieta, mirando cuanto
había a su alrededor. La voz de Axl Rose nos envolvía.
She's got a smile that it seems to me
Reminds me of childhood memories
Where everything was as fresh as the bright
blue sky
Now and then when I see her face
She takes me away to that special place
And if I stared too long
I'd probably break down and cry
Ella tiene una sonrisa que se parece a la
mía,
me trae recuerdos de mi niñez,
donde todo era tan limpio como el brillante
cielo azul.
Ahora y entonces, cuando veo su cara,
me lleva lejos a ese lugar especial,
y si mantengo la mirada mucho tiempo,
probablemente me derrumbe y llore.
Era perfecta. Hizo
desaparecer a Nacho, al calor, a su familia, al pueblo entero e incluso al
resto del mundo. Solo estaba ella. Ella y la flecha que me había atravesado el
corazón. La sentí tal cual, disparada hacia mí y clavándose con fuerza en lo
más profundo de mi ser. Fue un flechazo de manual.
—¡Hola! — la saludó
Nacho.
Ella miró, pero ni
siquiera sé si reparó en mí.
Contestó tímidamente y
se puso a ayudar a su familia a sacar cosas del coche para meterlas en la casa.
Aún sigo anclado en aquel momento. Fue de película.
Los días posteriores
intenté acercarme a ella, pero no tuve éxito. Tampoco es que lo intentara
demasiado; estaba aterrado. Nacho estaba igual de embelesado que yo, pero él si
se presentó con su habitual desparpajo. La hermana pequeña era más sociable,
pero ella se mantenía distante. Yo me las ingeniaba para espiarla cuando podía,
sin comentar con Nacho ni una sola vez lo que había sentido. Él sí me hacía
partícipe de todo cuanto ocurría, pero yo prefería mantenerme en un segundo
plano. Puede que tuviera la intuición de que no valdría la pena. Puede que en
el fondo supiera que en unos días nos marcharíamos de allí y que ya nunca la
volvería a ver. Mi abuela murió ese verano, por lo que todo se truncó de
repente. Pero la flecha siguió clavada. Nacho iba contándome que se estaban
haciendo amigos. Sus padres lo habían invitado a cenar a su casa en varias
ocasiones, habían dado paseos alrededor del lago, incluso la había visto en
bikini, cosa que me hizo patalear como si tuviera tres años. También me contaba
que la hermana pequeña era un poco pesada, pero compensaba el poder pasar un
rato con Cassandra. Se besaron. Nacho tardó en conseguirlo, pero al fin obtuvo
su deseada recompensa. Él le dijo que tenía que volver a Madrid y ahí fue
cuando surgió. En una especie de despedida apresurada.
Mientras tanto, yo me
moría de asco y de envidia en el pueblo de mi padre, soportando un verano digno
de olvidar. Soportando el desgarro de la flecha y siendo testigo no presencial
de cómo mi amigo se estaba llevando a la chica. De cómo él estaba viviendo mi
historia de amor. Y entonces llegó septiembre, devolviéndonos a todos a la
realidad. Colocándonos de nuevo en la rueda de la vida.