sábado, 20 de julio de 2019

Feria del Libro de Madrid


Vuelvo por aquí después de mucho tiempo y es que me pasa algo curioso cuando me toca vivir un episodio importante. Creo que cuanto más gordo es el tema, más tiempo de digestión necesito. Vaya, algo similar a cuando nos ponemos hasta las cejas de comida y luego necesitamos dos días para bajarlo. 
Hace un mes de esta foto y no sé si algún día seré plenamente consciente de todo lo que ocurrió en Madrid. ¿Os lo cuento? 

El viernes por la tarde salimos para Ocaña con la intención de hacer noche allí y despertarnos el sábado por la mañana a una hora de Madrid. Llegamos directos al Retiro a conocer a las demás compañeras escritoras, mi editora y hacer todas las presentaciones oficiales. Con los nervios a flor de piel comenzamos la mesa redonda, en la que hablamos sobre el papel de la mujer protagonista en la novela romántica. Ahí estuvimos debatiendo acerca de cómo ha ido evolucionando con el paso del tiempo, hablamos de amor, de estereotipos, de la sociedad de hoy en día... Estuvo muy interesante y una vez más, todo fue mucho más sencillo de lo que imaginaba. (Nota mental: en mi cabeza todo es peor, luego no es para tanto).

Después fuimos a ver las casetas y a ver a algún que otro conocido que me hacía ilusión comprarle el libro y que me lo firmara. Aluciné con la cantidad de casetas y libros que hay y si no vas buscando algo concreto, te pierdes fácilmente deambulando entre el gentío, los libros y las ganas de verlo todo detenidamente sabiendo que es francamente imposible. Por eso sabía que por la tarde, cuando me tocara a mí estar detrás de la caseta de Bubok-Kamadeva, iba a ser una lotería que alguien eligiese mi libro entre todos lo que poblaban el parque.

Yo me había comprado un bolígrafo muy mono porque oye, una es positiva por naturaleza pero dudaba mucho, muchísimo que lo fuese a usar. Finalmente, fueron dos firmas las que salieron de allí y aunque para algunos pueda parecer un número insignificante, para mí fue como coronar el Everest. 

De Madrid me llevo la enorme experiencia que jamás pensé que viviría, me llevo las charlas con mis compañeras de editorial: Cristina G, Ada White y Anne Aband. Me llevo la locura de hacer un viaje exprés con un bebé, siempre de la mano de mi mejor compañero de viaje, el que se deja arrastrar por todas mis locuras, el que me soporta cuando entro en modo obsesivo-compulsivo y el que hace que todo sea más fácil. Me llevo las risas, los nervios, la gente, la comida... ¡Cuántas cosas en tan poco tiempo!

Fue alucinante, fue algo impensable, algo que se escapa de mi comprensión. Fue una forma preciosa de reafirmarme, de ser consciente de cuánto me gusta escribir. Puede que algún día parte de esta historia quede plasmada en papel, no lo sé... Lo que sí sé es que estará grabada en mí para siempre y ojalá algún día lo pueda volver a vivir.