Están siendo unos días
duros. Marc se ha marchado para intentar llegar a un acuerdo comercial con el
gigante americano y Nicco parece haber pasado página. Dice que no va a ser mi
segundo plato ahora que «el trenzas» se ha largado. Puede que tenga razón y
haya ido a buscarle solo por eso, por miedo a verme sola. Tras mucho pensarlo
le mando un mensaje a Marc:
“Hola
Marc. ¿Qué tal te va por el gran continente? ¿Has conseguido entrar en el
mercado o se te siguen resistiendo?”
Tras diez minutos de espera, recibo su respuesta:
“Hola
Mon. ¡Qué alegría saber de ti! Parece ser que por fin están entrando en razón
estos americanos y estamos cerrando un acuerdo. Si todo va bien, dentro de poco
tendré que volver a mi tierra para preparar un envío y me preguntaba que igual
puedo parar un par de días en Barcelona y hacerte una visita. Incluso, si
quisieras, podrías venir conmigo a preparar ese envío. Tómalo como unas
prácticas de empresa. ¿Qué me dices?
Su respuesta me hace
tanta ilusión que no dudo en contestar un rotundo «aquí estaré». El tema de
irme de viaje con él ni me lo planteo, pero una fugaz visita sería la cura para
todos mis males. ¿Podría vivir así? ¿Hacer mi vida normal y corriente, y
aprovechar las visitas de Marc para bailar salsa y comer ceviche? Es tentador,
no voy a negarlo, pero ¿qué pasa con Nicco? ¿Tan fácil voy a renunciar a él? Le
cuento a Lena nuestro intercambio de mensajes y pone el grito en el cielo. Me
da un sermón acerca del miedo, de la cobardía, de mis problemas para
comprometerme con algo o alguien y no se puede creer que no vaya a luchar por
Nicco. No quiero darlo por perdido, pero ahora mismo no estoy en condiciones de
tomar una decisión. Lo mejor será esperar a que pase un poco el tiempo…
Tres
semanas después
Marc y yo no hemos
dejado de hablar ni un solo día y cuanto más hablamos, más me gusta. Me ha
prometido que vendría lo antes posible y ese día por fin ha llegado. Es curioso
cómo, a medida que iba profundizando en la relación con él, me he ido alejando
de mi historia con Nicco. Supongo que el hecho de que hayamos cogido confianza
más allá de la cama y la diversión, tiene algo que ver. Aunque sea a través del
móvil, lo cierto es que lo siento tan cerca que casi puedo oler su exótico
aroma. Nicco no ha vuelto a dar señales de vida y eso ha hecho que me enfríe
aún más. No es que quiera que se arrastre por mí, pero visto lo visto, no creo
que yo le gustase de verdad. Puede que sea el rencor quien habla, pero así
están las cosas.
¡Estoy nerviosa! Hemos
quedado en su casa, para qué andarnos con rodeos. Lo que no me imaginaba es que
se le ocurriera esperarme a la salida de Souvernirs
con un enorme ramo de flores y una sonrisa aún más enorme. Ni siquiera ha
pasado por el almacén y aunque temo que Elsa pueda vernos, la emoción me puede.
Me lanzo hacia sus brazos cual damisela enamorada y no dudamos en besarnos como
si fuésemos una pareja más de las tantas que pasean por las calles.
—Te he echado de menos,
pequeña Mon —me sonríe consiguiendo que se me olvide todo el mes que ha estado
fuera.
—Y yo.
—Son para ti —me
entrega las flores—. Ya sabes que me gustan las sorpresas.
—Puedes sorprenderme
así las veces que quieras —le sonrío.
Caminamos en dirección
a su casa sin dejar de hablar, como si no nos hubiésemos contado ya media vida
por teléfono. Cuando llegamos, veo que Marc tiene la comida lista, la mesa
decorada y que vuelve a sonar su música por todas partes. Esa mezclad de ritmos
latinos que hace que nos peguemos el uno al otro como si de dos imanes se
tratase. Pasamos directos a la cama, sabía que no tendría escapatoria si me
encerraba aquí con él. Nos hemos devorado, nos hemos sentido, hemos vuelto a
conectar la piel después de tantos días de ausencia. Necesitábamos el contacto,
la proximidad, los besos, las miradas… Yo necesitaba esto y juraría que él
también. La comida transcurre entre risas y caricias. Marc vuelve a decirme que
cada vez le pesa más viajar solo y vuelve hacerme la pregunta que hace un mes
ni siquiera tuve en cuenta.
—¿Por qué no te vienes
conmigo? —susurra cogiéndome de la mano—. No me contestaste en su momento, pero
quería preguntártelo en persona.
—No puedes estar
hablando en serio…
—¿Por qué no? ¿Qué te
ata aquí? Podría enseñarte mi mundo, el mundo entero. Sé que nos llevaríamos
bien y sé que me has echado de menos tanto como yo a ti. No eres un capricho,
Mon. Me gustas mucho y estos días lejos de ti no han hecho más que aumentar ese
sentimiento. Podríamos intentarlo, deberíamos darnos esta oportunidad.
—Pero… Tú no eres
hombre de una sola mujer, me lo has dicho varias veces. ¿Qué ha cambiado? ¿O
acaso piensas que yo voy a aceptar eso?
Marc se pone muy serio
y cuadra los hombros antes de hablar.
—Mira, sé cómo he sido
de aquí para atrás y sé lo que llevo sintiendo desde que te conocí. Al
principio quise pensar que solo eras una más, que lo nuestro no tenía futuro,
pero de repente me he visto creando ese futuro, imaginándote a ti en él,
estrujándome el cerebro para conseguir que todas la piezas encajen, que tú encajes
en mi vida. No me había pasado esto jamás y solo por eso deberías decir que sí.
—¿Me estás
chantajeando? —le digo sin poder ocultar mi sonrisa.
—Puede… A veces hay que
recurrir a las malas artes para lograr tu propósito. En el amor y en la guerra
todo vale, ¿no?
El debate acerca de eso
nos lleva un buen rato, porque no, no todo vale, pero entiendo lo que quiere
decir. Marc me enseña fotografías de sus viajes, de Madagascar, de sus
cafetales y sé que no puedo rechazar algo así. Quiero darme esta oportunidad.
Lena se pone echa un basilisco, pero se convierte en un mar de lágrimas con la
despedida, unos cuantos días después.
—Es hora de volar, mon
petite Mon. Lejos de mi cobijo, de todo lo que conoces. Es hora de salir al
mundo, valiente. Es hora de vivir.
Y eso es lo que hago.
Vivir todo lo que hasta ahora no he vivido. De un modo relajado, disfrutando
cada instante, respirando. Vivir este gran cambio junto a Marc está siendo una
lección de vida tras otra y eso nos ha llevado a enamorarnos como dos idiotas
que no pueden parar de sonreírse, de tocarse, de besarse en cuanto tienen la
oportunidad. Al fin y al cabo de eso se trata, de aprovechar las oportunidades
que nos brinda la vida y de tener el coraje de vivirlas. ¿Quién dijo miedo?
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