domingo, 26 de noviembre de 2017

Fuegos de Sol: Solitaria perdiz

Este es un extracto de mi primer libro "Fuegos de Sol". ¿Os pasa como a mí y los domingos os ponéis melancólicos  o solo es un día más? "Fuegos de Sol" está disponible en Amazon tanto versión electrónica, como de bolsillo. Es un libro de relatos, microcuentos y reflexiones, escrito a modo de diario, donde los sentimientos son el centro de todo. Un libro que resume la montaña rusa en la que nos movemos día a día y me haría mucha ilusión que lo leyerais.



FUEGOS DE SOL: SOLITARIA PERDIZ (lunes, 18 de marzo)

Precavida y contenta avanzaba la perdiz, 
con su inconfundible plumaje rojizo y un pico por nariz.
No era ni más ni menos que una perdiz cualquiera. Solitaria en la mediana de la autovía.
Prisionera del tráfico. Cautiva de las prisas. Siempre escondida entre los arbustos. 
Pero llega un día en el que se atreve a salir. Un día donde no hay ruido, ni prisas, ni nada de lo que esconderse.

Un día llamado domingo en el que el sol brilla y el asfalto se siente templado. 
Un día en el que la perdiz asoma la cabeza y se aventura a salir. 
Y allí la vi, saliendo de su escondite. Avanzando con paso lento y cauteloso por el carril izquierdo. Casi inmóvil, demasiado rígida. Pero llena de esperanza por las posibilidades que ofrecía el día. Llena de orgullo por atreverse por fin a salir. Como cada domingo por la mañana. Sintiéndose invencible.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Un mes desde que publiqué "Vuela conmigo"


Hoy hace un mes desde que "Vuela conmigo" vio la luz. ¿Tengo que decir que el tiempo pasa a una velocidad pasmosa o lo doy por supuesto?

Pues en este mes han sido varios los comentarios positivos hacia ella, tres reseñas en Amazon y muchas las descargas (más de las que esperaba). Solo me queda la espinita de no tenerla en formato físico, pero como se suele decir, lo bueno se hace esperar.

Sé que hay gente que se la está leyendo, algunos a punto de acabar y otros que la tenéis pendiente. Me hace mucha ilusión cuando me decís que estáis enganchados o me comentáis alguna escena que os ha impactado o divertido y en ocasiones, cómo os ponéis de los nervios. También me gusta mucho que me transmitáis con emoción cómo veis a los protagonistas y me alegra saber que he logrado que el chico de la portada sea real.

Un libro es como una película, una comida, un color o una prenda de vestir. Te puede gustar o no. Pero me doy por satisfecha el haber conseguido transmitir lo que quería a través de cada capítulo y que llegue al lector fácilmente.

¿Y tú? ¿Aún no te la has descargado? ¿Estás esperando a que salga en papel?

domingo, 19 de noviembre de 2017

"Vuela conmigo" ¿Habéis leído ya la sinopsis?


¿En qué os basáis a la hora de comprar un libro? ¿Una portada atractiva?, ¿un título impactante? o ¿sois de los que leéis la sinopsis, el índice e incluso la biografía del autor? Yo me encuentro en este último grupo y si puedo, también leo la primera página mientras miro de reojo por si alguien me llama la atención. En fin, que para gustos los colores y te guíes por lo que te guíes, lo importante es que alguna de esas cosas, te haga salir de la tienda con el libro en tus manos. 

1º LA PORTADA. En el caso de "Vuela conmigo" no puedo estar más contenta con la portada. Conseguir que alguien que sepa dibujar, plasme tus ideas sobre el papel no es fácil, pero se puede lograr si das con un buen artista como Isi, que no solo tiene arte, sino mucha paciencia. 

2º EL TÍTULO. Creo que es de lo más importante y más complicado a la vez. Tiene que ser bonito, llamativo y que recoja a la perfección la esencia del libro. 

3ºLA SINOPSIS. Si la portada y el título han conseguido llamar tu atención, querrás saber de qué va el libro y le darás la vuelta para leer la sinopsis. Ese es el momento clave, para que se hagan o no con él. 

¿Y vosotros? ¿Habéis leído ya la sinopsis de "Vuela conmigo"? Por si hay algún despistado que aún no sabe de qué va, os la dejo por aquí:

"Cuando Liv se muda a Trasov Vil, una ciudad situada al norte de Rumanía, lo hace con el objetivo de trabajar en una de las mejores bibliotecas del continente y cambiar por fin, su estilo de vida. Pero pronto descubre, que esa ciudad tiene mucho más que ofrecer de lo que ella jamás hubiese, siquiera imaginado. Un grupo de guerreros procedentes de otro universo, llamados Los Siete, pone el suyo patas arriba y descoloca todos sus planes, haciéndole plantearse cuestiones hasta entonces, inexistentes para ella.

Su líder, Déniss, aparece en mitad de la noche con sus increíbles alas negras y se convierte en el centro de sus pensamientos, llenándola de contradicciones y provocándole una auténtica revolución sexual. Atraída como siempre por el misterio, las leyendas y las cosas imposibles, Déniss es como un imán gigante y es incapaz de resistirse a él."

"Cuando eres hierro y el imán tira de ti, no hay nada que puedas hacer más que dejarte arrastrar"

miércoles, 15 de noviembre de 2017

De animales y humanos



Querido Freddy,

Somos animales. Nosotros, los que nos hacemos llamar humanos, civilizados, racionales, con capacidad de pensamiento, capacidad de decisión. No sé quien nos puso el nombre, ni por qué nos creemos tan diferentes a ellos. Bueno, en realidad sí que somos muy diferentes. Y la diferencia más evidente, no es el lenguaje o el poder razonar y decidir. La más evidente para mí, es la bondad. Esa bondad innata que no entiende de condiciones, chantajes, o baremos de algún tipo. Esa bondad que simplemente está ahí. Sin esperar nada a cambio.
Piensa en cualquier animal, el que más te guste o el que más miedo te de. Ahora, imagínalo haciéndote daño. Sólo hay dos posibilidades de que esto ocurra, hambre o defensa. Ahora piensa en cualquier ser humano, al que más quieras o al que más odies, incluso aunque no lo conozcas. Piensa las muchas formas o motivos por los que podrían herirte, física y mentalmente. Aquí la lista se dispara. Aquí se ve la diferencia de una forma abismal. Aquí empiezo a plantearme que los verdaderos animales somos nosotros y que ellos nos quedan muy por encima.

Me gusta mirarlos a los ojos. Una mirada dice todo sin necesidad pronunciar palabra. Una mirada nunca miente, nunca oculta.  Una mirada siempre grita lo que la mente calla, siempre muestra lo que se trata de esconder. Una mirada limpia, siempre limpia, es la que ellos tienen. Piensa en una persona que la tenga. Creo que después de esto, poco más se puede añadir. Por eso los prefiero mil veces. Por eso jamás entenderé el lado opuesto. Por eso, para mi, siempre serán los verdaderos humanos y nosotros, lamentablemente, siempre fuimos y seremos los animales.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Tercer capítulo de "Vuela conmigo"


Sin freno

Son las cuatro. Me retoco en el baño antes de salir, labios rojos, me atuso el pelo… Bueno Liv, ha llegado la hora, no digas nada que no pienses, ya sabes cómo te traicionan los nervios. Y, sobre todo, no te quedes a solas con él. Las manos me sudan. Odio mis manos. ¿Por qué tienen que sudar tanto? Salgo a la puerta y miro alrededor, pero no hay nadie. Empiezo a pensar que esto no ha sido más que una broma cuando, de repente, lo veo acercarse por mi izquierda y el corazón se me dispara. Vaqueros desgastados, camiseta negra. Tan simple y tan perfecto.

—Bueno Liv, ¿qué te apetece hacer?
—Creo que necesito una cerveza —logro decir.
—Conozco un sitio cerca de aquí, vamos.

No consigo pronunciar palabra en todo el camino, que a pesar de durar dos minutos, me parece eterno. El local es moderno, hay una gran barra a la derecha para estar de pie, a la izquierda la barra de los camareros y al fondo del pasillo la zona de mesas, más tranquila y con menos luz, todo decorado en blanco, negro y rojo, una de mis combinaciones favoritas. Nos sentamos uno enfrente del otro y un camarero joven que debe pesar unos cincuenta kilos o menos, se acerca moviendo el cuerpo como si estuviese bailando.

—Buenas tardes, ¿qué van a tomar? —Su voz suena tan bailonga como su cuerpo.
—Pues creo que cerveza, ¿no Liv?
No puedo evitar soltar una carcajada, producto de los nervios.
—Sí, cerveza por favor.
Nos quedamos a solas y espero a que él tenga algo que decir, porque a mí, no se me ocurre nada.
—Bueno, cuéntame, ¿por qué te gusta andar sola y de noche por rincones oscuros?
¡Era él! ¿Ha estado siguiéndome?
—No lo sé. Porque soy una inconsciente supongo…
—¿Te han contado ya algo de nosotros?
—Algo me han contado, pero la verdad no sé qué pensar. Preferiría oírlo de tu boca.
Se me ocurren cientos de cosas que hacer con su boca.
—¿Qué es lo que sabes?
—Que no puedo hablar con nadie del tema —digo sin mirarle a los ojos.
—Lección número uno y la más importante, te han informado bien por lo que veo.  Pero conmigo puedes hablar. Hablar o lo que te apetezca.

Me atraganto con la cerveza ¿me está diciendo lo que creo que me está diciendo?
—Vale, allá va. Os llamáis Los Siete. Eres el líder y habéis venido de otro universo para reclutar gente para vuestro ejército. —Suena tan estúpido en voz alta que estoy a punto de reír—. Rastreáis durante la noche, sois súper veloces y vuestras alas…
Me quedo mirándole la espalda preguntándome dónde están. Porque, ¿las vi, no?
—Ahora no están, llamarían demasiado la atención ¿no crees?
—Empezaba a pensar que me las había imaginado.
—Solo las sacamos cuando vamos de búsqueda, por la noche. Tenemos que mantenernos a salvo. La otra noche te vi volviendo a casa con tus amigas y decidí acompañaros. Lo siento si te asusté, pero estabas en la ventana y tuve que pasar rápido para que no me vieras. La segunda noche, con el grupo, no esperaba encontrarte, pero ahí estabas. Y tuve que parar a mirar.
Mi cara de nuevo, vuelve a ser rojo intenso.
—Entonces ¿es cierto lo del otro universo?
—Sí.
—¿Podéis entrar y salir cuándo queráis? ¿No hay algunas reglas?
—Las hay. En mi lado somos muy pocos los que conocemos la conexión, solo a algunos de mi grupo les he confiado el secreto, los necesarios para venir aquí a reclutar. No sería bueno para ninguno que el rumor se extendiera. Créeme, conozco a la gente de allí y serían capaces de cualquier cosa.
—¿Y cómo cruzáis?
—Eso ahora no importa, hay que dejar algunas cosas en el tintero para la próxima vez.
¿Próxima vez? ¡Próxima vez!
—Bueno, ya sabes mucho de mí. Cuéntame algo de ti, aparte de que te gusta el batido de mango, que te has mudado hace dos meses y que trabajas en la biblioteca, no sé nada más.
Me muestra de nuevo su sonrisa y le sonrío yo también. ¿Cómo puede ser tan encantador?
—Pues me mudé porque mi vida era tremendamente aburrida y aunque me costó tomar la decisión, aposté por dedicarme a lo que de verdad me gusta, los libros.

Sé que acabo de conocerle, pero tengo la sensación de que lo conozco de toda la vida. He oído a gente que le pasa esto, que conectan en dos segundos y se hacen inseparables, pero pensaba que solo ocurría en las películas.
—¿Qué libros te gustan?
—Sobre todo de misterio, ciencia ficción, mitología, cosas sobrenaturales, terror…
—Vaya, veo que te va la marcha. Yo prefiero las historias más sencillas y corrientes.

El camarero bailongo pregunta si queremos más cerveza y si vamos a querer algo de comer. La verdad que tengo hambre, pero no quiero comer delante de él, así que pedimos otra cerveza. ¿Ya van cuatro? No debería beber más.

—También me gusta la repostería, el sol, los gatos y la soledad. Y hasta ahí es donde puedo decir.
Ambos reímos. La cerveza ayuda y mucho.
—¿Sabes que estás preciosa cuando te ríes?
No puedo evitar agachar la mirada y sonrojarme.
—Y cuando te sonrojas.
—¡Para! Me estoy muriendo de calor.
—¿Tienes calor? ¡Eso puedo solucionarlo! Ven. ¡Vamos, levanta!
Deja dinero sobre la mesa, me agarra de la mano y salimos a paso rápido del pub antes de que sea capaz de reaccionar.
—¿Dónde vamos?

En cinco minutos estamos en la entrada de un hotel bastante lujoso. Frena en seco, se recompone la ropa, el pelo y entra tranquilo y con el rostro serio. Anda con paso firme, directo hacia los ascensores. ¿Estoy cometiendo un error? De una forma extraña y sin sentido, confío en él. Saca una llave dorada del bolsillo y con la mano izquierda, gira el botón número trece, la última planta. ¡Es zurdo! Mi rara admiración hacia ellos, hace que me atraiga mucho más.  Me mira impaciente y visiblemente emocionado y yo tengo más miedo que nunca.

—¿Qué hay en la última planta? —me atrevo a preguntar.
—Mis labios.
Se lanza sobre mí dejándome de espaldas contra la pared y me da un beso tan apasionado como tierno a la vez. Me sujeta la cabeza con la mano derecha y con la izquierda me rodea la cintura, acercándome hacia él. La puerta se abre y nos separamos. Estoy totalmente fuera de mí y siento que voy a perder el equilibrio. Un precioso jardín con piscina nos recibe a la salida del ascensor. Un par de tumbonas, una zona con mesa y algunos sillones y por la parte de atrás, se ve una gran cristalera con una cama al fondo.

—¿No tenías calor? —sonríe mientras mira la piscina y se quita la camiseta.
—¡Estás loco! ¿Y la ropa?
—¿Acaso te la quieres quitar?
Sonrío y niego con la cabeza. Me agarra de la mano.
—Pues bien, a la de una, a la de dos…
Me dejo arrastrar por él y salgo del agua jadeando. Está algo fría, pero no me importa. Nos quedamos mirándonos y sonriendo.
—¿Siempre estás tan loco?
—La mayor parte del tiempo. Tú tampoco te quedas atrás, te vienes con un total desconocido a bañarte en la piscina de su habitación…
—Yo no sabía dónde íbamos.
—Pero aun así has venido —dice mirándome fijamente.
—Sí.
—¿Te quieres ir?
Niego con la cabeza.
—Bien.

Me pone una mano a cada lado de la cara dejando el hueco justo para besarme con todas sus ganas. Intento seguirle el ritmo, pero es muy apasionado. Me levanta y pasa mis piernas alrededor de su cintura y yo rodeo su cuello con mis brazos. Nunca jamás había sentido tal conexión con un primer beso, ni con ningún beso. Y sin duda, nunca había dado un beso tan largo. No sé cuánto tiempo llevamos besándonos, pero me pasaría así toda la vida. Siento el estómago del revés y mi cuerpo parece gelatina. De repente deja de besarme. Me mira fijamente, se separa y me quita un mechón de pelo de la cara con suavidad.

—Ya.

--------Fin de fragmento-------

¿Habéis llegado leyendo hasta aquí? Lo primero, ¡gracias! y lo segundo, hasta aquí puedo publicar. Digamos que la cosa se pone interesante y quizá ¿no apta para todos los públicos? Ya sabéis que el libro completo para descargar en tu tablet, iphone, kindle, portátil, etc... está disponible en Amazon por solo 3,39€. ¿A qué estáis esperando? ¿Los vais a dejar ahí en la piscina después de ese beso?...

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Segundo capítulo de "Vuela conmigo"

Aquí, la segunda entrega de mi novela. Los que habéis leído el primer capítulo, espero que queráis saber más; eso sería buena señal. Y si no sabes de qué va, anímate y léete los dos, que la cosa se va poniendo interesante.


Negras como su sombra

Los miércoles me toca turno de tarde en la biblioteca. Casi siempre hay alguna charla interesante, pero la de hoy es especial. Eduard Pey, el famoso escritor e investigador de lo paranormal, visita la ciudad. Otros universos, seres mitológicos, extraterrestres, viajes en el tiempo... No sé en qué se basará para hacer sus estudios, pero sin duda, te hace creer que todo eso pueda ser real. Está aquí para presentar su nueva obra: “Están entre nosotros”. Estoy deseando leérmela y ojalá me regale un ejemplar firmado. Doria dirige todo y me dice que me siente en una silla junto al resto de invitados. Está claro que quiere todo el protagonismo y me parece bien. Eduard Pey comienza a hablar y su voz ronca y temblorosa hace que me pase toda la charla embobada y con la piel de gallina. Cuando termina, el público estalla en un sonoro aplauso que hace retumbar las paredes; al parecer, no soy la única que ha quedado fascinada. En la firma de libros me acerco a él y le digo que me encanta su trabajo, pero que no he podido comprar su libro, ya que me acabo de mudar. Mi plan sale como esperaba y saca un libro de su bolsa, en el que escribe: “Ojalá llegues a descubrir lo especial de esta ciudad”. Sin entender muy bien la frase, le doy las gracias y me retiro emocionada.

Se ha hecho bastante tarde, pero me apetece pasear. Durante el camino voy pensando en todo lo que ha dicho sobre los seres sobrenaturales y otros mundos. ¿Será verdad que están entre nosotros? ¿Cuántas cosas no conocemos? ¿Es cierto que vivimos en la ignorancia? Tantos datos, leyendas e historias tienen que venir de alguna parte ¿no? Empiezo a inquietarme un poco. ¿Por qué no hay nadie por la calle? Estoy a medio camino de casa y comienzo a andar más rápido. La avenida principal es demasiado larga, así que creo que es mejor atajar por las calles paralelas. Estaba totalmente convencida de mi decisión, cuando noto que alguien camina detrás de mí. Sigo mi ritmo y giro otra calle para ver si cambia de rumbo. Miro para atrás, pero no veo a nadie. Comienza a levantarse viento. Sigo caminando cada vez más rápido y con el corazón disparado. ¿Siempre ha estado tan lejos mi casa? Con la cabeza agachada y temiendo que alguien me toque por la espalda, llego por fin a mi calle y busco torpemente las llaves. Ahora solo faltaría que se me cayeran, como ocurre en toda película de terror.  Agarro el pomo de la puerta y siento correr detrás de mí una ráfaga de aire, como si fuese un coche pasando a toda velocidad. Me giro sobresaltada y veo pasar a la altura de mi cintura, una silueta oscura, una más y otra… Una mano me empuja contra la pared y me rodea con el brazo.

—¡Elah! — digo en un suspiro entrecortado.
—No te asustes, mantente tranquila y sobre todo, no se te ocurra gritar.

Las sombras se detienen en seco, son… ¿personas? Creo que estoy a punto de desmayarme, pero por suerte, Elah me sujeta contra la pared ¡Sobre todo no se te ocurra gritar, Liv! Son tres y están agachadas, como esperando. De repente, algo viene hacia nosotras. Otra sombra. Me pongo la mano en la boca para no gritar y frena frente a mí. Al ponerse de pie veo unas grandes alas negras que salen de su espalda. Se queda mirándome fijamente. Unos ojos castaños y rasgados me observan de manera penetrante. Está desnudo de cintura para arriba, mostrando un cuerpo en forma, pero no demasiado musculado, pantalones negros y tatuajes en los brazos y espalda. Algunos son como figuras geométricas y otros como líneas furiosas. Tiene el pelo oscuro y su piel es ligeramente tostada. Su rostro es tenso, labios perfectos y pendientes de aro en cada oreja. Si bien, quiero mirar sus alas, no puedo apartar la mirada de él. De pronto, cambia la expresión de su rostro y me sonríe de medio lado, la sonrisa más sexy que he visto en toda mi vida. Retrocede sin dejar de mirarme y desaparece a toda velocidad junto a las demás sombras.

—Liv, vamos muévete. Vamos dentro.
—¿Qué acaba de pasar? —Mi grito retumba en todo el pasillo.
—Ahora te cuento todo.
Elah viene al salón con dos tazas de té.
—Liv, tienes que prometerme que vas a guardar en absoluto secreto lo que te voy a contar. Hablo en serio, por tu propia seguridad.
Elah habla susurrando y comprueba que todas las ventanas están cerradas. Asiento sin poder cerrar la boca.
—Son Los Siete. Un grupo de guerreros que buscan reclutas durante la noche.
—¿Reclutas?
—Sí, son una especie de ejército que de vez en cuando rastrean las calles buscando a jóvenes a los que entrenar y poder incluir en su grupo. Rastrean durante la noche para evitar ser vistos. Créeme, no los verás a menos que ellos quieran que los veas. Algunos de nosotros soñamos con ser reclutados, otros no quieren tener nada que ver con ellos y a otros, simplemente les da igual.
—¿Y las alas y la forma en que se mueven?
—Verás Liv, son de otro lugar. Yo había oído rumores sobre ellos y sobre esta ciudad y también leí sobre otras ciudades, por eso he viajado tanto. Pero en ninguna los he conseguido ver. Solo aquí.
—¿De dónde son?
—¿Has oído hablar de universos paralelos?
—¡Estás de coña! —le digo con una risa nerviosa.
—No solo son teorías o historias de ciencia ficción. Son reales. Hay otros universos, similares al nuestro, pero con algunas diferencias. Dicen que puede haber otra versión de nosotros mismos en cualquiera de ellos. Estos universos cohabitan todos al mismo tiempo, en diferentes planos de la realidad. ¿Comprendes?
—Creo que sí, he leído mucho sobre esos temas, pero nunca imaginé que pudiera ser verdad.
—Pues lo es y te has mudado a una ciudad con conexión a uno de ellos.
La miro arrugando la frente. Nada de esto debería tener sentido, pero lo tiene.
—¿Quién más sabe de todo esto? ¿Permiten que tengáis información de lo que son y de dónde vienen?
—A nadie se le ocurriría decir nada, es una especie de pacto en el que ambos salimos beneficiados. Hacemos nuestra vida, ellos hacen la suya y en ocasiones nos cruzamos. Yo tuve la suerte de conocer a un chico que fue reclutado y fue él quien me contó todo. No puedes hablar con nadie Liv, ni con Sylvia. No sé si ella lo sabe, pero no se lo pienso preguntar. El silencio es nuestra única forma de supervivencia. No me quiero imaginar qué ocurriría si se hiciera público algo así, tanto por su parte, como por la nuestra.
—¿Quién es él?
—¿Te ha gustado verdad? No sé su nombre, pero está claro que es el jefe o capitán o como sea que se llame a sí mismo. Nunca han hablado conmigo. Los demás siempre esperan a que él llegue para ponerse de pie. Te ha sonreído —me dice en tono juguetón tocándome la rodilla.
—No seas tonta, aún no sé muy bien que pensar de todo esto. Creo que me voy a dormir, si puedo… Me echo el pelo hacia atrás y arrastro los pies hacia mi habitación sumida en un mar de dudas.
—Recuerda Liv, mañana imagina que no has visto ni oído nada sobre este tema. No te metas en líos.

Levanto la mano a modo de respuesta y cierro la puerta. No me puedo resistir a ir derecha a la ventana. ¿Es verdad todo lo que ha pasado ahí abajo y todo lo que me ha contado Elah? Sí que me ha sonreído. Es increíble. ¿Cómo se llamará? Liv, borra ya esa estúpida sonrisa de la cara y vete a dormir, es tardísimo.
Anoche me costó conciliar el sueño y una vez lo hice, no paré de soñar con extraños mundos y seres más extraños aún. Me he visto envuelta en cientos de cosas sin sentido, cada una peor que la otra y me he levantado con la sensación de no haber descansado nada. Él, sus alas, Los Siete. Me obligo a ponerme en marcha para dejar de pensar. El día transcurre lento, no consigo concentrarme en nada y estoy más torpe que de costumbre. Aún tengo en el bolso el libro que me regaló ayer Eduard Pey. Leo de nuevo la dedicatoria: “Ojalá llegues a descubrir lo especial de este ciudad”. ¿Se referirá a todo lo que pasó anoche? ¿Realmente existe una conexión? He de decir que no es un libro que se pueda leer durante mucho rato seguido, demasiada información y demasiado fantástico. ¿Fantástico o real? Creo que con cada capítulo tienes que parar y reflexionar sobre lo que has leído sino quieres volverte loca. El primer capítulo se titula: “Hay otros mundos ¿Cuántos? ¿Dónde?” El libro empieza hablando de lo obvio, otros planetas. Siempre he creído que no somos los únicos. ¿Cómo íbamos a serlo? Realidades alternativas, viajes en el tiempo y como me dijo Elah, otros universos:

Vemos el tiempo y la realidad de manera errónea. No hay un pasado, presente y futuro. Todo sucede a la misma vez. Si eres capaz de entender esto, serás capaz de entender que nuestro universo, no es el único. En otra línea del espacio-tiempo, existe un mundo similar a este en el que vivimos, pero con algunas modificaciones, claro. Quizá allí los árboles sean de color azul o los gatos tengan seis patas. En teoría, estos universos nunca tendrían que encontrarse, pero como en todo, hay fallos. La belleza de la naturaleza reside en su imperfección y se han descubierto algunas zonas del planeta con puntos huecos que podrían tener una conexión. En estas zonas el espacio entre un universo y el otro es inexistente y los dos conviven unidos ignorando completamente que lo están. Estos puntos huecos o puntos blandos, han sido objeto de numerosos estudios. Hay empresas multimillonarias que se dedican a investigar casos de esta magnitud. Si han descubierto algo o han podido cruzar, me temo que nunca lo sabremos. Tampoco sabemos si alguien del otro lado ha conseguido cruzar hasta aquí. Lo que sí sabemos es que existen y están entre nosotros”.

Las palabras de Eduard Pey me tienen totalmente absorta, pero necesito dejar de leer. Demasiada información en muy poco tiempo. Por fin se hace la hora de salir y decido irme de compras para distraerme. Cargada con unas cuantas bolsas me dirijo hasta casa; no me había dado cuenta de que prácticamente, ya ha anochecido. Estoy a punto de coger la avenida principal, cuando algo dentro de mí, me hace girar hacia las mismas callejuelas por las que anduve anoche. ¿Tengo una pequeña esperanza de volvérmelo a encontrar? Camino a paso rápido porque realmente estoy muerta de miedo, pero al parecer, no tanto como para evitar la situación. En cada esquina espero sentir el viento, ver su rostro, algo… pero el camino a casa transcurre sin problemas. Soy demasiado ilusa como para pensar que algo así se volvería a repetir. De una forma extraña, siempre me he sentido atraída hacia este tipo de temas y él… Él es como un imán gigante.
Dos meses desde que me mudé y me siento totalmente integrada. Definitivamente, hay personas que nacen en un lugar equivocado. Sylvia desayuna mientras mira el móvil y Elah creo que aún duerme.

—Buenos días Liv, ¿vas a desayunar?
—Ahora no, de camino a la biblioteca pasaré a por un zumo, soy oficialmente adicta.
—Deberías cambiar de empleo y trabajar allí, te saldrían gratis —me dice de manera divertida.

Sonrío a modo de despedida y salgo dispuesta a comenzar el día.
Ya he sido camarera durante mucho tiempo, pero los zumos de fruta gratis a diario, son toda una tentación. ¡Estaría bien que me mudase a otro país para seguir siendo camarera! La idea me hace reír. Mi tienda favorita está repleta de gente. Como siempre, selecciono la fruta que más me apetece y se la doy al chico rubio para que me haga el batido. Creo que hoy tomaré uno de mango y piña. Estoy ensimismada tratando de elegir la mejor pieza, cuando me doy cuenta de que hay otra mano escogiendo lo mismo que yo. Lleva un anillo plateado y otro de color negro. Levanto la vista y ahí está. ¡Él! No lo puedo creer. De repente, toda la sangre del cuerpo se me acumula en la cara.

—Mango y piña, gran elección —me dice de manera contundente y dulce al mismo tiempo.
No puedo moverme, ni pensar; mucho menos hablar.
—Me llamo Déniss.
¡Déniss! Yo no sé cómo me llamo. Como él quiera. Me llamo Liv. Dilo en voz alta.
—Liv.
Me sorprende su amplia sonrisa. No quiero ni imaginarme como es el gesto de mi cara en este momento. ¿Y sus alas?
—No eres de por aquí, ¿verdad?
 ¿Se refiere a esta ciudad o…?
—Me acabo de mudar, bueno hace dos meses.
—Se nota. No verás a nadie de la ciudad eligiendo mango para un batido —me sonríe.
Agacho la cabeza y por un segundo pienso en preguntarle de donde es él, pero no sé si quiero saber la respuesta y el miedo se apodera de mí.
—Me tengo que ir a trabajar.
—¿Dónde trabajas?
—En la biblioteca Mirna.
—Genial, ¿te espero a la salida?
Miles de respuestas se me pasan por la mente en medio segundo: sí, no, llévame donde quieras y que le den al trabajo, no puedo que ya he quedado, lo siento pero tengo que llevar a alguien a algún sitio…
—Vale.
Se me queda mirando esperando que diga algo más pero no se me ocurre nada.
—Me tienes que decir a qué hora terminas —dice traspasándome con la mirada.
Tomo aire.
—A las 4.
—Allí nos vemos.

Me regala una sonrisa que hace que no sea capaz de despedirme y salgo con las piernas temblando, intentando no caerme. En serio Liv, no entiendo lo que acabas de hacer. ¿Te has vuelto loca? El corazón me va tan disparado que parezco un hámster. Camino tan rápido como puedo y llego a la biblioteca rápidamente. Me voy directa al baño, necesito sentarme y respirar. Una vez superado el infarto, voy a mi puesto intentando no pensar más en lo que me queda de día, pero el reloj va mucho más lento que de costumbre y en realidad, no sé si quiero que avance. Estoy muerta de miedo. Intento leer pero es inútil. Es demasiado guapo y parecía tenso y relajado a la vez. Yo estoy tensa. Tendré que tomarme un par de cervezas. No puedo evitar sonrojarme cada vez que pienso en nuestro encuentro. Definitivamente, me sobra sangre en el cuerpo. 

domingo, 5 de noviembre de 2017

Si muriese ahora mismo



FUEGOS DE SOL: SI MURIESE AHORA MISMO (jueves, 11 de junio)
Si muriese ahora mismo te diría que no lloraras, bueno, llora un poco si quieres, después de todo, me molestaría que no lo hicieras. 

Te diría que rieras, no grandes carcajadas, sino una sonrisa de complicidad junto a mi recuerdo.
Te diría que fueses feliz sin mí, pero no lo hagas demasiado pronto, necesito sentir que aún me amas tanto como te amo yo.
No me olvides, no me olvides nunca porque entonces siempre llovería y sabes de sobra que odio la lluvia...

viernes, 3 de noviembre de 2017

Primer capítulo de "Vuela conmigo"

Hoy quiero compartir con vosotros el primer capítulo de "Vuela conmigo". Me he dicho: si Amazon te deja leer los cuatro primeros, yo no voy a ser menos. Así que aquí lo tenéis, con todo mi cariño e ilusión para vosotros. 

Trasov Vil
Me despierto con la nariz helada. Odio cuando me pasa esto. No me hace falta salir de la cama para saber que es un día feo y gris, de esos en los que me da por pensar en el paso del tiempo, en el rumbo de mi vida y en cómo, en ocasiones, me siento totalmente a la deriva. Es como si la lluvia me arrastrara hacia su estado de ánimo, triste y taciturno. Así que remoloneo un poco más entre las sábanas, intentando posponer el momento de abrir la ventana y ver que, efectivamente, es un día de esos. Menos mal que ya he terminado con el maldito trabajo de camarera. Salir de vez en cuando con mis compañeros lo hacía más llevadero, pero nunca me sentí del todo parte del grupo. Prefería quedar con Justin. Intercambiábamos conversaciones y sexo a partes iguales y estábamos cómodos así; simplemente nos caíamos bien y pasábamos el rato.

¿Cuántas horas de mi vida invertí sirviendo comida a gente que no debería comer tanto? ¿Cuánta energía malgasté intentando llegar a la mesa sin derramar nada, en lugar de enfocarme en lo que realmente me apasiona? Soy demasiado vaga, inconstante, perezosa y siempre me he regido por la ley del mínimo esfuerzo. O quizá debería hablar en pasado, porque por fin he dado el paso. Por fin me paré a pensar, puse las cosas sobre una balanza y cogí las riendas de mi vida; o al menos eso creo… Debería haberlo hecho mucho antes, pero las cosas suceden a su tiempo, ni antes, ni después, y veinticinco años tampoco es ninguna exageración ¿no? La verdad que es una cifra importante, un cuarto de siglo, como se suele decir. Quizá fue esto lo que me impulsó a cambiar de vida y dedicarme a lo que siempre había soñado, los libros. No recuerdo haber sido más feliz que estando rodeada de libros y mejor si son antiguos. Meterme de lleno en sus historias, sus leyendas, soñar con la infinidad de posibilidades que ofrecen y viajar a otros mundos sin moverme del lugar. La mitología, las leyendas y los seres sobrenaturales siempre han sido mis mejores compañeros.

El instituto no fue fácil. Fue una etapa por la que tenía que pasar, así que intenté centrarme en la lectura, pasar desapercibida y no darle mayor importancia. Solo mi profesora de arte despertó en mí algún tipo de interés. Oírla hablar de egipcios, griegos, romanos, esculturas y catedrales, alimentaba todavía más mi imaginación. Llegados los dieciocho, decidí mudarme lejos de mis padres. Necesitaba espacio, independencia y dinero. Recuerdo el momento de la despedida como un gran alivio para ambos. Ellos no tenían que soportarme durante más tiempo y yo a ellos tampoco, así que las cosas siguieron su curso natural. Fue entonces cuando comencé a trabajar de camarera, prometiéndome a mí misma que sería temporal, que una vez reuniera el dinero necesario, me iría a otro país. Pero hace falta mucho dinero y todo sabemos cómo es el sueldo de una camarera así que, pasado un tiempo, me acostumbré. ¡Qué manía tenemos los seres humanos con acostumbrarnos a todo! Una manía que hace que pasen los años y no hayas sido capaz ni de pensar, simplemente funcionas como un robot: desayunas cualquier mierda, maldices madrugar y te quejas de tener sueño durante todo el día; te arreglas lo justo para no asustar a nadie, trabajas, repites mil veces en voz alta y baja que quieres terminar ya tu turno, llegas a casa, aplastas el sofá, te pones tu serie favorita mientras te atiborras de carbohidratos y duermes sintiéndote mal por haber comido tanto. Es un círculo vicioso del que no es fácil salir. Pero salí.

Al soplar la vela imaginaria de mi vigesimoquinto cumpleaños me dije, Liv, tienes que hacer algo con tu vida, el tiempo está pasando y no querrás tener que arrepentirte de lo que nunca hiciste. Definitivamente, necesitaba un cambio. No era la primera vez que me informaba de lugares con las mayores y más ricas bibliotecas y, sin duda, había uno que  llamaba mi atención por encima de todos los demás. Trasov Vil, una ciudad situada al norte de Rumanía, no demasiado grande y con bosques y vegetación suficiente para alimentar a las ardillas de toda Europa, en el caso de que allí habiten ardillas, claro. La verdad que no conocía nada de este lugar, así que me puse a investigar. Lo más importante para mí, era el clima. No quería mudarme a un país donde llueva hasta aburrir y que el sol sea algo parecido a encontrarte dinero en la calle. Para cortarme las venas allí, ya lo hago aquí y me ahorro el viaje. Inviernos fríos y secos, veranos cálidos y húmedos… lo puedo soportar. Contacto con una agencia que se dedica a buscar empleos en el extranjero. Un puesto de becaria en una de las bibliotecas más grandes del continente y con las mejores colecciones de libros antiguos, me parece perfecto. Vale que el sueldo es ridículo, pero la verdad, lo haría gratis. Me empiezo a poner incómoda con la búsqueda de piso. Vivir tantos años sola hace que me plantee si sería capaz de soportar a otra persona merodeando por todas partes, entorpeciendo mis manías y tocando todas mis cosas. Lo que más me preocupa es que le guste hablar y lo que es peor, ¡que quiera hablar conmigo! ¿Existen viviendas silenciosas como esos vagones de tren donde no se te permite ni estornudar? Solo me queda rezar a un Dios en el cual no creo y confiar en que todo saldrá bien.

Por fin, ha llegado el momento de hacer la maleta. ¡El último día de mi asquerosa vida! Llevo haciendo la lista para el viaje casi un mes, no quiero dejar nada a la improvisación. ¿Cómo se puede meter toda una vida en una simple maleta? Pues sentándome encima y usando toda mi fuerza, lógicamente. Una vez recogido todo y repasado la lista como veinte veces, me quedo de pie en medio del pasillo. ¡Realmente lo voy hacer! Creo que si me detengo a pensarlo, deshago la maleta y me instalo de nuevo, así que agarro el bolso y hecha un manojo de nervios, salgo dando un buen portazo.
El viaje en autobús hasta el aeropuerto pasa rápido mientras me despido a través de los cristales mojados, pero el tiempo no parece correr mientras espero para subir al avión, así que me entretengo observando a todos los que vamos hacia el mismo lugar. ¿Quién sabe? Quizá acabe encontrándome con alguno de ellos allí, pero por mucho que me esfuerce en recordar sus caras, sé que mi mala memoria no recordará ninguna de ellas. Hay varias familias con niños que espero que no se sienten cerca de mí, algunos chicos con gorra, mochila y auriculares, un grupo de amigas visiblemente emocionadas con el viaje, hombres de negocios… Me pregunto si alguien me estará mirando y qué pensarán de mí. ¿Verán mi temblor de piernas o es solo sensación mía? Al fin, se abren las puertas y podemos subir al avión. Bueno Liv, toma asiento, controla los nervios, que allá vamos.

Trasov Vil huele a humedad. Es de noche y la temperatura es agradable. Me alegro de haberme mudado en verano y, aunque la humedad no va a ser buena para mi nuevo corte de pelo con flequillo, el no tener que peinarme, lo convierte en el corte perfecto. Encuentro mi edificio fácilmente, es una torre con una especie de caseta para pájaros gigante en el tejado, piso 7B. Me recibe una chica de pelo largo color caoba. Su amplia sonrisa deja ver el piercing de su lengua y me parece de lo más atrevida. Me resulta graciosa su forma de caminar, es como si fuera dando saltitos sin esfuerzo alguno. Una vez hechas las presentaciones me hace un recorrido por toda la casa. Sylvia también se ha mudado recientemente, pero me pone al día de todo. Es alucinante la facilidad que tienen algunas personas para hablar con desconocidos sin sonrojarse, sin embargo, yo estoy roja como un tomate y eso que no hago nada más que escuchar y asentir. Su voz es suave, algo aguda, pero agradable. Llegamos al  cuarto de baño y está ocupado. ¡Qué inoportuna! ¿Quizá tres personas viviendo en un mismo piso son demasiadas? Elah sale del baño un poco avergonzada e irremediablemente me produce ternura, no me quiero ver en esa situación. Tiene el pelo corto moreno, unas cuantas pecas en la nariz y unos labios naturalmente rojos. Es más bajita que yo, visiblemente más tímida que Sylvia y, a pesar de llevar meses viviendo ahí, no dice gran cosa. Me instalo en mi habitación que está igual que en las fotos: una cama grande con una sábana color marrón que por supuesto cambiaré, ventana con vistas a la calle principal, una pequeña mesa de estudio y un armario medio decente. ¿Qué más puedo pedir? Me tumbo en la cama sin quitarme la ropa y duermo hasta el día siguiente.

El trabajo en la biblioteca no comienza hasta dentro de unos días, así que tengo tiempo para hacerme con el lugar y visitar la ciudad. Me levanto temprano, me pego una ducha y salgo a conocer mi nuevo hogar. Qué diferente se ve todo ahora de cómo se veía anoche. El sol hace resplandecer los edificios que son arquitectónicamente perfectos, la gran mayoría en diferentes tonos de gris. Me impresiona la cantidad de ventanas que tienen todos, cada una igual a la otra. A lo lejos, entre los edificios, aparecen algunos tejados de color verde turquesa que sin duda, le da un toque muy pintoresco y acogedor a la vista general de la ciudad. Mi calle es animada, hay un pub, varias tiendas de alimentación, una de tabaco y licores y varios restaurantes. Giro a la derecha hacia la avenida principal y camino sin rumbo. Se nota que no soy de aquí, ya que no puedo dejar de mirar a todas partes totalmente fascinada. Como leí en algún sitio: “los ojos que ven por primera vez, siempre brillan más”. Paso por una tienda que llama mi atención por su enorme letrero en blanco y verde y no me puedo resistir a entrar. Tal y como su nombre indica, “Healthy Food” está repleta de todo tipo de alimentos saludables y con un aspecto inmejorable. Después de mucho pensar, me pido un batido de fruta natural y un pan con toda clase de semillas y frutos secos y paseo hacia la biblioteca. Tengo curiosidad por ver si es tan impresionante como parece. Una fachada más pequeña de lo que me imaginaba, me recibe al final de la calle. Está decorada por unos grandes ventanales y una enorme puerta de madera que se abre en dos hojas, llena de muescas propias del paso del tiempo. El suelo desgastado de baldosas grises, muestra los años y la categoría del lugar, que huele a piedra y a papel. Robustas columnas rodean un patio interior con unas cuantas plantas y una fuente que pone la melodía al lugar. En torno al patio, se encuentran las diferentes aulas dedicadas a asignaturas de la universidad y en el piso de arriba está la sala principal. Subo por la gran escalera y no puedo evitar emocionarme al ver la cantidad de libros que hay allí. Los estantes hasta el techo, en tonos marrones y grises y la falta de luz natural, le otorgan al lugar un aspecto embriagador. Los pocos rayos de sol que se filtran, lo hacen a través de unas llamativas cristaleras de colores que, por alguna razón no se distinguen desde la calle. En el centro de la sala, hay una zona con mesas, apenas ocupadas y a su alrededor todo un mundo de papel y tinta. No veo el momento de empezar a trabajar aquí. Recorro todos los rincones y me pregunto cuánto tiempo tardaré en conocer los pasillos, las diferentes zonas y categorías y cómo va a ser posible encontrar un libro en este laberinto. Deambulo un buen rato observando y tocando todo cuanto hay. ¡Qué gran olor es el de los libros!
Totalmente satisfecha con el lugar, que ha superado con creces mis expectativas, regreso a casa deseando que llegue el momento de empezar. Mientras tanto, debería aprovechar estos días libres para entablar relación con mis compañeras; no he llegado hasta aquí para estar tan sola como lo he estado siempre. Elah está en el sofá del salón y me mira sin inmutarse demasiado.

—¿Has ido a visitar la ciudad? —me dice casi en un susurro.
—Sí, quería verla de día. Anoche llegué tarde y muy cansada después del viaje.
—¿Y qué te ha parecido?
—Es bonita. He ido hasta la Biblioteca Mirna para ver cómo va a ser trabajar allí.
—Tranquilo —dice en una media sonrisa.
—Eso seguro —le digo devolviéndole el gesto mientras me siento en el sillón de al lado—. ¿Desde cuándo vives aquí?
—Me mudé hace poco más de un año. He vivido en diferentes ciudades, pero indudablemente esta tiene algo especial. Creo que me quedaré aquí durante un tiempo. Las fotos son espectaculares y las pagan bien, así que…
—¿Hay alguien en casa?
Sylvia entra cargada de bolsas directa hacia la mesa.
—He traído la comida: sopa, carne y pescado típicos de aquí, para que te vayas integrando —me dice emocionada esperando mi respuesta.
—Muchas gracias, no tenías por qué hacerlo.
—Claro que sí, ahora eres una más y tienes que sentirte en casa, por lo tanto ¡vamos a comer!

La comida se hace entretenida. Si bien, nunca me ha gustado comer delante de desconocidos, no me queda otra opción así que, intento concentrarme en la conversación. Sylvia es profesora infantil y habla con entusiasmo contando anécdotas divertidas de los niños. La forma en la que habla, lo hace parecer interesante, pero no me imagino trabajando con mocosos. Elah interviene de vez en cuando, pero su mente parece estar en otro lugar.

—Te pasa algo —le increpa Sylvia.
—Me he vuelto a pelear con Anna. Esta vez me ha pillado de lleno y no he podido darle ninguna excusa. Usó mi portátil y vio la conversación con la chica de internet, así que imagino que se ha terminado.
—Eres lo peor, no sé cómo te las arreglas para ponerle los cuernos a cada una de tus novias.
—Lo sé, no tengo remedio.
Ambas ríen y me contagian a mí también. Parece que esto no va tan mal.

Son las nueve de la mañana y acabo de llegar a la biblioteca. Me recibe Doria, una mujer regordeta de unos cincuenta y tantos, con gafas y un cordón en forma de perlas que las deja caer sobre su pecho, dándole un aspecto acorde con el lugar. Tiene el pelo castaño con bastantes canas, un traje chaqueta color gris y olor a rosas. Odio el olor a rosas. Me enseña todos y cada uno de los rincones de la biblioteca, salón general, salas privadas, despachos, baños y me da un esquema de todos los pasillos, con sus nombres y categorías. Todo esto nos lleva más de media mañana. Parece que haya explicado lo mismo cientos de veces, se muestra correcta y recita el guion de maravilla; está claro que lleva trabajando aquí mucho tiempo. Mis funciones van a consistir en vigilar el salón general, que la gente se comporte bien, mantener el silencio, asegurar el correcto uso de los libros, responder las preguntas básicas que me puedan hacer y que todo esté ordenado y cada libro en su lugar. Como me ha repetido Doria varias veces con su sonora voz: “Lo más importante es que los libros vuelvan a su lugar correspondiente. Coloca uno mal y el caos estará servido. ¿Lo has entendido?”

La primera mañana de trabajo me ha recordado al primer día de instituto, no se hace mucho y se pasa rápido. El resto de semana transcurre sin problemas y puedo leer mientras vigilo la sala, así que ya voy por la mitad del libro “Mitos y Leyendas de la cultura popular”. Algunas son realmente terroríficas y leer este tipo de cosas en un sitio así, hace que se me erice la piel. Hombres lobo, brujas, vampiros… Unas montañas como las de aquí, sin duda, te hacen creer que todo esto pueda ser real. Poco a poco voy memorizando el sitio, todavía necesito ayuda para encontrar los libros, pero al menos ya no me pierdo por los pasillos. Creo que me harían falta meses para encontrar algo aquí.

—Chicas, esta noche salimos. ¡Es viernes y el cuerpo lo sabe!
Sylvia está muy animada y hace un bailecito muy gracioso y sonríe sin parar.
—Voy a depilarme —suelta Elah entre risas—. Nunca se sabe lo que puede pasar.

Su respuesta me deja perpleja, pero tiene toda la razón. Cenamos en un restaurante repleto de gente de todas clases, turistas, locales, vestidos elegantes, sudaderas, de todo un poco. ¿Dos botellas de vino para las tres son muchas? Menuda resaca voy a tener mañana. Las tres nos hemos arreglado a conciencia. Yo me he puesto mi blusa gris favorita, que me resalta el pelo y los ojos castaños. Sylvia lleva un vestido lencero muy sexy color malva y negro que le marca su envidiable figura y Elah, una camiseta a rayas con algo de escote. Me sorprende lo bien que me lo estoy pasando con dos personas que, hasta hace apenas unos días, eran unas absolutas desconocidas para mí. ¿He tenido que mudarme de país para encontrar por fin, un grupo de amigas? La noche continúa en un pub muy moderno. Colores blancos y brillantes, bailarines semidesnudos y la música electrónica más actual. Me lo estoy pasando en grande. ¿Cuánto tiempo hace que no me divertía tanto? Ni siquiera lo recuerdo. Bailamos como posesas y bebemos como si nos fuera la vida en ello, hasta que ya no podemos más y nos volvemos a casa, tacones en mano. No sé exactamente la distancia entre la discoteca y mi cama, pero deduzco que de no haber sido por las risas y el alcohol, se me habría hecho eterno. Nos vamos cada una a nuestra habitación sin despedirnos y me quedo un rato mirando por la ventana, sintiendo el aire fresco en la cara. Todos los locales están cerrados. Ahora no parece la misma calle animada del primer día, más bien parece una calle apartada y solitaria por la que no me atrevería a pasar sola. De repente, a lo lejos veo algo acercarse. Va muy rápido. Si es un coche lleva las luces apagadas, pero… no puede ser un coche. Pasa por debajo de mi ventana a una velocidad pasmosa y no soy capaz de intuir qué puede ser. Solo he visto una sombra negra, pero claro, con todo lo que he bebido, podría ser cualquier cosa. Me quedo un rato más observando, pero empiezo a quedarme dormida. La cama me llama.

La mañana siguiente es una pesadilla. Queda más que probado que los dieciocho pasaron hace mucho y que las resacas, son ahora mucho más duras. Me levanto a por agua, un sándwich y lucho por llegar de nuevo hasta la cama. Me lo pasé genial anoche, hacía mucho que no me sentía así. No llevo aquí ni un mes y ya me siento totalmente diferente. Quizá sea la ciudad, la compañía, un trabajo que de verdad me gusta… el caso es que, por primera vez en mucho tiempo, me siento bien. El bullicio de la calle me distrae de mis pensamientos, parece que toda la ciudad ha decidido venir hoy aquí. Me asomo por la ventana y el momento de anoche me viene directo a la mente. ¿Qué fue la sombra esa que vi? Pasó tan rápido y estaba tan oscuro que apenas pude adivinar lo que era. ¿Fue producto de mi imaginación?

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Temido Freddy


Siendo hoy el día que es, tenía que publicar esta entrada de mi libro "Fuegos de Sol", en la que hablo de las pesadillas, de los miedo y del "Freddy" que todos llevamos dentro y que da nombre a este blog. A veces querido, a veces temido, pero siempre presente.

FUEGOS DE SOL: TEMIDO FREDDY (viernes, 31 de mayo)

Pesadillas, esos terrores malditos que te acompañan en tus peores noches. Se apoderan de ti, te angustian, sacan a relucir tus mayores miedos encogiéndote el corazón y haciéndote incluso llorar.
¿Cuántas noches más me voy a despertar empapada en lágrimas y con el gesto encogido?
Me siento aquella pobre chica en Elm Street huyendo sin poder escapar. ¿Cómo se puede llegar a sufrir tanto en un sueño? Son tan dolorosamente reales que la sensación de angustia te acompaña durante todo el día. Las pesadillas te roban parte de tu energía y se apoderan ti poco a poco.
Pero aun así son fascinantes, auténticas, pura adrenalina.
Son capaces de buscar en el rincón más escondido y oscuro de tu corazón y encontrar las cosas que tiraste bajo llave al fondo del mar. Cuando te lloro a lágrima viva, te lloro de verdad.
Aunque esté durmiendo, eso no importa. Lo sientes en tu piel, en tu alma y ese sentimiento se queda grabado y deja su cicatriz.
En las noches más oscuras, Freddy llega con sus cuchillas de acero y tú lo único que puedes hacer es gritar y correr.