Querido Freddy,
Somos animales. Nosotros, los que nos hacemos llamar humanos, civilizados, racionales,
con capacidad de pensamiento, capacidad de decisión. No sé quien nos puso el
nombre, ni por qué nos creemos tan diferentes a ellos. Bueno, en realidad sí que
somos muy diferentes. Y la diferencia más evidente, no es el lenguaje o el
poder razonar y decidir. La más evidente para mí, es la bondad. Esa bondad
innata que no entiende de condiciones, chantajes, o baremos de algún tipo. Esa
bondad que simplemente está ahí. Sin esperar nada a cambio.
Piensa en cualquier animal, el que más te guste o el que más miedo te de.
Ahora, imagínalo haciéndote daño. Sólo hay dos posibilidades de que esto ocurra,
hambre o defensa. Ahora piensa en cualquier ser humano, al que más quieras o al
que más odies, incluso aunque no lo conozcas. Piensa las muchas
formas o motivos por los que podrían herirte, física y mentalmente. Aquí la
lista se dispara. Aquí se ve la diferencia de una forma abismal. Aquí empiezo a
plantearme que los verdaderos animales somos nosotros y que ellos nos quedan
muy por encima.
Me gusta mirarlos a los ojos. Una mirada dice todo sin necesidad pronunciar
palabra. Una mirada nunca miente, nunca oculta. Una mirada siempre grita
lo que la mente calla, siempre muestra lo que se trata de esconder. Una mirada
limpia, siempre limpia, es la que ellos tienen. Piensa en una persona que la
tenga. Creo que después de esto, poco más se puede añadir. Por eso los prefiero
mil veces. Por eso jamás entenderé el lado opuesto. Por eso, para mi, siempre
serán los verdaderos humanos y nosotros, lamentablemente, siempre fuimos y
seremos los animales.
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