Aquí, la segunda entrega de mi novela. Los que habéis leído el primer capítulo, espero que queráis saber más; eso sería buena señal. Y si no sabes de qué va, anímate y léete los dos, que la cosa se va poniendo interesante.
Negras como su sombra
Los miércoles me
toca turno de tarde en la biblioteca. Casi siempre hay alguna charla
interesante, pero la de hoy es especial. Eduard Pey, el famoso escritor e
investigador de lo paranormal, visita la ciudad. Otros universos, seres
mitológicos, extraterrestres, viajes en el tiempo... No sé en qué se basará
para hacer sus estudios, pero sin duda, te hace creer que todo eso pueda ser real.
Está aquí para presentar su nueva obra: “Están
entre nosotros”. Estoy deseando leérmela y ojalá me regale un ejemplar firmado.
Doria dirige todo y me dice que me siente en una silla junto al resto de
invitados. Está claro que quiere todo el protagonismo y me parece bien. Eduard
Pey comienza a hablar y su voz ronca y temblorosa hace que me pase toda la
charla embobada y con la piel de gallina. Cuando termina, el público estalla en
un sonoro aplauso que hace retumbar las paredes; al parecer, no soy la única
que ha quedado fascinada. En la firma de libros me acerco a él y le digo que me
encanta su trabajo, pero que no he podido comprar su libro, ya que me acabo de
mudar. Mi plan sale como esperaba y saca un libro de su bolsa, en el que escribe:
“Ojalá llegues a descubrir lo especial de esta ciudad”. Sin entender muy bien
la frase, le doy las gracias y me retiro emocionada.
Se ha hecho
bastante tarde, pero me apetece pasear. Durante el camino voy pensando en todo
lo que ha dicho sobre los seres sobrenaturales y otros mundos. ¿Será verdad que
están entre nosotros? ¿Cuántas cosas no conocemos? ¿Es cierto que vivimos en la
ignorancia? Tantos datos, leyendas e historias tienen que venir de alguna parte
¿no? Empiezo a inquietarme un poco. ¿Por qué no hay nadie por la calle? Estoy a
medio camino de casa y comienzo a andar más rápido. La avenida principal es
demasiado larga, así que creo que es mejor atajar por las calles paralelas.
Estaba totalmente convencida de mi decisión, cuando noto que alguien camina
detrás de mí. Sigo mi ritmo y giro otra calle para ver si cambia de rumbo. Miro
para atrás, pero no veo a nadie. Comienza a levantarse viento. Sigo caminando
cada vez más rápido y con el corazón disparado. ¿Siempre ha estado tan lejos mi
casa? Con la cabeza agachada y temiendo que alguien me toque por la espalda,
llego por fin a mi calle y busco torpemente las llaves. Ahora solo faltaría que
se me cayeran, como ocurre en toda película de terror. Agarro el pomo de la puerta y siento correr
detrás de mí una ráfaga de aire, como si fuese un coche pasando a toda
velocidad. Me giro sobresaltada y veo pasar a la altura de mi cintura, una
silueta oscura, una más y otra… Una mano me empuja contra la pared y me rodea
con el brazo.
—¡Elah! — digo en
un suspiro entrecortado.
—No te asustes,
mantente tranquila y sobre todo, no se te ocurra gritar.
Las sombras se detienen en seco, son… ¿personas? Creo que estoy a punto de desmayarme, pero por suerte, Elah me sujeta contra la pared ¡Sobre todo no se te ocurra gritar, Liv! Son tres y están agachadas, como esperando. De repente, algo viene hacia nosotras. Otra sombra. Me pongo la mano en la boca para no gritar y frena frente a mí. Al ponerse de pie veo unas grandes alas negras que salen de su espalda. Se queda mirándome fijamente. Unos ojos castaños y rasgados me observan de manera penetrante. Está desnudo de cintura para arriba, mostrando un cuerpo en forma, pero no demasiado musculado, pantalones negros y tatuajes en los brazos y espalda. Algunos son como figuras geométricas y otros como líneas furiosas. Tiene el pelo oscuro y su piel es ligeramente tostada. Su rostro es tenso, labios perfectos y pendientes de aro en cada oreja. Si bien, quiero mirar sus alas, no puedo apartar la mirada de él. De pronto, cambia la expresión de su rostro y me sonríe de medio lado, la sonrisa más sexy que he visto en toda mi vida. Retrocede sin dejar de mirarme y desaparece a toda velocidad junto a las demás sombras.
—Liv, vamos
muévete. Vamos dentro.
—¿Qué acaba de
pasar? —Mi grito retumba en todo el pasillo.
—Ahora te cuento
todo.
Elah viene al
salón con dos tazas de té.
—Liv, tienes que
prometerme que vas a guardar en absoluto secreto lo que te voy a contar. Hablo
en serio, por tu propia seguridad.
Elah habla
susurrando y comprueba que todas las ventanas están cerradas. Asiento sin poder
cerrar la boca.
—Son Los Siete. Un
grupo de guerreros que buscan reclutas durante la noche.
—¿Reclutas?
—Sí, son una
especie de ejército que de vez en cuando rastrean las calles buscando a jóvenes
a los que entrenar y poder incluir en su grupo. Rastrean durante la noche para
evitar ser vistos. Créeme, no los verás a menos que ellos quieran que los veas.
Algunos de nosotros soñamos con ser reclutados, otros no quieren tener nada que
ver con ellos y a otros, simplemente les da igual.
—¿Y las alas y la
forma en que se mueven?
—Verás Liv, son de
otro lugar. Yo había oído rumores sobre ellos y sobre esta ciudad y también leí
sobre otras ciudades, por eso he viajado tanto. Pero en ninguna los he
conseguido ver. Solo aquí.
—¿De dónde son?
—¿Has oído hablar
de universos paralelos?
—¡Estás de coña!
—le digo con una risa nerviosa.
—No solo son
teorías o historias de ciencia ficción. Son reales. Hay otros universos,
similares al nuestro, pero con algunas diferencias. Dicen que puede haber otra
versión de nosotros mismos en cualquiera de ellos. Estos universos cohabitan
todos al mismo tiempo, en diferentes planos de la realidad. ¿Comprendes?
—Creo que sí, he
leído mucho sobre esos temas, pero nunca imaginé que pudiera ser verdad.
—Pues lo es y te
has mudado a una ciudad con conexión a uno de ellos.
La miro arrugando
la frente. Nada de esto debería tener sentido, pero lo tiene.
—¿Quién más sabe
de todo esto? ¿Permiten que tengáis información de lo que son y de dónde vienen?
—A nadie se le
ocurriría decir nada, es una especie de pacto en el que ambos salimos beneficiados.
Hacemos nuestra vida, ellos hacen la suya y en ocasiones nos cruzamos. Yo tuve
la suerte de conocer a un chico que fue reclutado y fue él quien me contó todo.
No puedes hablar con nadie Liv, ni con Sylvia. No sé si ella lo sabe, pero no
se lo pienso preguntar. El silencio es nuestra única forma de supervivencia. No
me quiero imaginar qué ocurriría si se hiciera público algo así, tanto por su
parte, como por la nuestra.
—¿Quién es él?
—¿Te ha gustado
verdad? No sé su nombre, pero está claro que es el jefe o capitán o como sea
que se llame a sí mismo. Nunca han hablado conmigo. Los demás siempre esperan a
que él llegue para ponerse de pie. Te ha sonreído —me dice en tono juguetón
tocándome la rodilla.
—No seas tonta,
aún no sé muy bien que pensar de todo esto. Creo que me voy a dormir, si puedo…
Me echo el pelo hacia atrás y arrastro los pies hacia mi habitación sumida en
un mar de dudas.
—Recuerda Liv,
mañana imagina que no has visto ni oído nada sobre este tema. No te metas en
líos.
Levanto la mano a modo de respuesta y cierro la puerta. No me puedo resistir a ir derecha a la ventana. ¿Es verdad todo lo que ha pasado ahí abajo y todo lo que me ha contado Elah? Sí que me ha sonreído. Es increíble. ¿Cómo se llamará? Liv, borra ya esa estúpida sonrisa de la cara y vete a dormir, es tardísimo.
Anoche me costó
conciliar el sueño y una vez lo hice, no paré de soñar con extraños mundos y
seres más extraños aún. Me he visto envuelta en cientos de cosas sin sentido,
cada una peor que la otra y me he levantado con la sensación de no haber
descansado nada. Él, sus alas, Los Siete. Me obligo a ponerme en marcha para
dejar de pensar. El día transcurre lento, no consigo concentrarme en nada y
estoy más torpe que de costumbre. Aún tengo en el bolso el libro que me regaló
ayer Eduard Pey. Leo de nuevo la dedicatoria: “Ojalá llegues a descubrir lo
especial de este ciudad”. ¿Se referirá a todo lo que pasó anoche? ¿Realmente
existe una conexión? He de decir que no es un libro que se pueda leer durante
mucho rato seguido, demasiada información y demasiado fantástico. ¿Fantástico o
real? Creo que con cada capítulo tienes que parar y reflexionar sobre lo que
has leído sino quieres volverte loca. El primer capítulo se titula: “Hay otros
mundos ¿Cuántos? ¿Dónde?” El libro empieza hablando de lo obvio, otros
planetas. Siempre he creído que no somos los únicos. ¿Cómo íbamos a serlo?
Realidades alternativas, viajes en el tiempo y como me dijo Elah, otros
universos:
“Vemos el tiempo y la realidad de manera errónea. No
hay un pasado, presente y futuro. Todo sucede a la misma vez. Si eres capaz de
entender esto, serás capaz de entender que nuestro universo, no es el único. En
otra línea del espacio-tiempo, existe un mundo similar a este en el que
vivimos, pero con algunas modificaciones, claro. Quizá allí los árboles sean de
color azul o los gatos tengan seis patas. En teoría, estos universos nunca
tendrían que encontrarse, pero como en todo, hay fallos. La belleza de la
naturaleza reside en su imperfección
y se han descubierto algunas zonas del planeta con puntos huecos que podrían
tener una conexión. En estas zonas el espacio entre un universo y el otro es
inexistente y los dos conviven unidos ignorando completamente que lo están.
Estos puntos huecos o puntos blandos, han sido objeto de numerosos estudios.
Hay empresas multimillonarias que se dedican a investigar casos de esta
magnitud. Si han descubierto algo o han podido cruzar, me temo que nunca lo
sabremos. Tampoco sabemos si alguien del otro lado ha conseguido cruzar hasta
aquí. Lo que sí sabemos es que existen y están entre nosotros”.
Las palabras de
Eduard Pey me tienen totalmente absorta, pero necesito dejar de leer. Demasiada
información en muy poco tiempo. Por fin se hace la hora de salir y decido irme
de compras para distraerme. Cargada con unas cuantas bolsas me dirijo hasta
casa; no me había dado cuenta de que prácticamente, ya ha anochecido. Estoy a
punto de coger la avenida principal, cuando algo dentro de mí, me hace girar
hacia las mismas callejuelas por las que anduve anoche. ¿Tengo una pequeña
esperanza de volvérmelo a encontrar? Camino a paso rápido porque realmente
estoy muerta de miedo, pero al parecer, no tanto como para evitar la situación.
En cada esquina espero sentir el viento, ver su rostro, algo… pero el camino a
casa transcurre sin problemas. Soy demasiado ilusa como para pensar que algo
así se volvería a repetir. De una forma extraña, siempre me he sentido atraída
hacia este tipo de temas y él… Él es como un imán gigante.
Dos meses desde
que me mudé y me siento totalmente integrada. Definitivamente, hay personas que
nacen en un lugar equivocado. Sylvia desayuna mientras mira el móvil y Elah
creo que aún duerme.
—Buenos días Liv,
¿vas a desayunar?
—Ahora no, de
camino a la biblioteca pasaré a por un zumo, soy oficialmente adicta.
—Deberías cambiar
de empleo y trabajar allí, te saldrían gratis —me dice de manera divertida.
Sonrío a modo de
despedida y salgo dispuesta a comenzar el día.
Ya he sido
camarera durante mucho tiempo, pero los zumos de fruta gratis a diario, son
toda una tentación. ¡Estaría bien que me mudase a otro país para seguir siendo
camarera! La idea me hace reír. Mi tienda favorita está repleta de gente. Como
siempre, selecciono la fruta que más me apetece y se la doy al chico rubio para
que me haga el batido. Creo que hoy tomaré uno de mango y piña. Estoy
ensimismada tratando de elegir la mejor pieza, cuando me doy cuenta de que hay
otra mano escogiendo lo mismo que yo. Lleva un anillo plateado y otro de color
negro. Levanto la vista y ahí está. ¡Él! No lo puedo creer. De repente, toda la
sangre del cuerpo se me acumula en la cara.
—Mango y piña,
gran elección —me dice de manera contundente y dulce al mismo tiempo.
No puedo moverme,
ni pensar; mucho menos hablar.
—Me llamo Déniss.
¡Déniss! Yo no sé
cómo me llamo. Como él quiera. Me llamo Liv. Dilo en voz alta.
—Liv.
Me sorprende su
amplia sonrisa. No quiero ni imaginarme como es el gesto de mi cara en este
momento. ¿Y sus alas?
—No eres de por
aquí, ¿verdad?
¿Se refiere a esta ciudad o…?
—Me acabo de
mudar, bueno hace dos meses.
—Se nota. No verás
a nadie de la ciudad eligiendo mango para un batido —me sonríe.
Agacho la cabeza y
por un segundo pienso en preguntarle de donde es él, pero no sé si quiero saber
la respuesta y el miedo se apodera de mí.
—Me tengo que ir a
trabajar.
—¿Dónde trabajas?
—En la biblioteca
Mirna.
—Genial, ¿te
espero a la salida?
Miles de
respuestas se me pasan por la mente en medio segundo: sí, no, llévame donde
quieras y que le den al trabajo, no puedo que ya he quedado, lo siento pero
tengo que llevar a alguien a algún sitio…
—Vale.
Se me queda
mirando esperando que diga algo más pero no se me ocurre nada.
—Me tienes que
decir a qué hora terminas —dice traspasándome con la mirada.
Tomo aire.
—A las 4.
—Allí nos vemos.
Me regala una
sonrisa que hace que no sea capaz de despedirme y salgo con las piernas
temblando, intentando no caerme. En serio Liv, no entiendo lo que acabas de
hacer. ¿Te has vuelto loca? El corazón me va tan disparado que parezco un
hámster. Camino tan rápido como puedo y llego a la biblioteca rápidamente. Me
voy directa al baño, necesito sentarme y respirar. Una vez superado el infarto,
voy a mi puesto intentando no pensar más en lo que me queda de día, pero el
reloj va mucho más lento que de costumbre y en realidad, no sé si quiero que
avance. Estoy muerta de miedo. Intento leer pero es inútil. Es demasiado guapo
y parecía tenso y relajado a la vez. Yo estoy tensa. Tendré que tomarme un par
de cervezas. No puedo evitar sonrojarme cada vez que pienso en nuestro
encuentro. Definitivamente, me sobra sangre en el cuerpo.
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