Querido Freddy,
Me encanta viajar. Creo que si tuviera que elegir quedarme sólo con algunas
cosas de mi vida, sin duda, viajar sería una de ellas. Es una forma de conocer
mundo, conocer otras formas de vivir, lugares, gente, costumbres, idiomas,
comidas. Es una forma de enriquecerte de experiencias, de ilusiones, de risas,
de vivencias y de puntos de vista.
¡Qué importantes son los puntos de vista! Conocer otras formas de pensar, de
vivir, de actuar, de ser, hasta de comer. En la diversidad se encuentra la
verdadera riqueza. En la variedad de personas.
Mis ojos no pueden absorber todo lo que ven. Mi olfato no puede oler los
diferentes y nuevos aromas. Mis oídos no llegan a escuchar todo lo que sucede.
Luces, coches, idioma, colores, olores, ropa, niños, zapatos, horas, parques,
música...
Y es que somos pequeños, muy pequeños. Cuando viajas eres consciente que no
eres más que un granito de arena en un montón de lo más variado. Tus costumbres
y manías ya no sirven para nada y se vuelven inútiles. Tu mente estructurada y
moldeada desde que nacemos, sufre un choque de opuestos y se abre a nuevos
mundos.
Ahí es cuando surge la verdadera magia. Cuando comprendemos que no poseemos
verdades absolutas. Que todo puede coexistir. Que el mundo que te contaron sólo
es una muy pequeña parte y que hay muchas más posibilidades de las que ves.
Que hay mil formas distintas de hacer las mismas cosas, mil maneras diferentes
de decir la mismas palabras. Mil y una elección que hacer y mil formas
distintas de pensar.
Viajar te abre los ojos, los oídos, el paladar, el corazón... pero sobretodo
te abre la mente. Una mente en estado de sedación que ya no volverá a ser la misma.