martes, 3 de octubre de 2017

De robots y hombres

Querido Freddy,

A veces tengo la sensación de que la mayoría de cosas se escapan de mi comprensión. A veces me siento tan insignificante como realmente soy y veo cómo el mundo gira a mi alrededor mientras yo sólo puedo mirar embobada y hacerme mil preguntas.

Me veo a mí misma sentada en una silla, contemplando sin comprender todo lo que pasa en torno a mí. Torbellinos de gente, de conversaciones, de sonidos elevados, de prisas y sinsentidos que giran y giran y yo sólo soy capaz de mirar, ajena. Es como si se tratase de otra dimensión diferente a la mía. Por un segundo pienso que son mundos diferentes, que estoy en una serie de ciencia ficción de esas que tanto me gustan, con universos paralelos y diferentes realidades. Donde puedes verte a ti misma en la decisión que finalmente no escogiste y ver las diferentes opciones.
Pero esto sólo dura un segundo y rápidamente vuelvo al mundo real, al mundo donde se perdió el sentido común.

Actuamos incoherentes, hablamos discordante, pensamos inconexo, somos absurdos. Y yo que me pregunto tanto, me vuelvo a preguntar ¿cómo sería detenerse a pensar? ¿Cómo sería recuperar el sentido común? ¿Cómo sería ser consecuentes?

Definitivamente nos hemos convertido en robots, con el piloto automático permanentemente activado, programados para seguir una serie de instrucciones, en un orden determinado, dormir y volver a empezar.
Sin hacer preguntas, sin cuestionar, sin detenernos a pensar. Sin usar lo más valioso que tenemos y que nos diferencia de estar automatizados. La capacidad de razonar.

Hay personas que llevan tanto tiempo con el piloto automático activado que se han olvidado de su humanidad. Porque lo que pasa cuando piensas es que puedes descubrir cosas que no te gustan, puedes descubrir verdades que duelen y todo tu mundo se puede desmoronar en un segundo. Por eso hay gente que teme la soledad, que teme el silencio.
Temerosos de ellos mismos, aterrados por su propio ser, encienden el botón y nunca más lo vuelven a apagar. 

¿Quién querría volver a pensar? ¿Quién querría atreverse a cuestionar? ¿Quién querría usar la razón si podemos activar el piloto automático?...


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